Coleccion: Actualidad Juridica - Tomo 249 - Articulo Numero 88 - Mes-Ano: 8_2014Actualidad Juridica_249_88_8_2014

En recuerdo de José León Barandiarán Hart

Fernando VIDAL RAMÍREZ*

Recordar a José León Barandiarán Hart es hacer el trazo de una personalidad carismática que traslucía sencillez y que, dotada de una innata simpatía, ganaba amigos, sin proponérselo, con su pródiga cordialidad y su conversación amena y fluida. Pepe –como lo llamamos sus amigos– fue un hombre cabal que supo vivir a plenitud y que supo también afrontar con entereza la cruel y artera enfermedad que lo sustrajo de su hogar, de las aulas, de sus libros y de todo lo que amaba.

 

Pepe formó parte del hogar constituido por don José León Barandiarán y doña Rebeca Hart Rivero. Su padre, el ilustre maestro sanmarquino y jurista representativo de la última centuria, que vino de su natal Lambayeque para hacer sus estudios de Derecho quedó, desde entonces, vinculado consustancialmente con San Marcos como estudioso, como catedrático, como decano de la Facultad de Derecho y como rector de la universidad. Su madre, fue una dama limeña de singular temple y compañera inseparable del ilustre maestro.

 

Nació el 18 de enero de 1946, día en que se conmemora la fundación española de la ciudad de Lima, a la que años más tarde serviría como concejal. Fue el primogénito, pues a él lo siguieron su hermana Ana María y luego sus hermanos Eduardo y Miguel.

 

Su infancia y adolescencia transcurrieron en Lince, en la casa de la calle José de la Torre Ugarte, en la que él y sus hermanos vivieron los años de su infancia y Pepe hasta los primeros años de su juventud. Fue desde niño sumamente apacible, y ese fue un rasgo de su personalidad, aunque en los juegos infantiles no le gustaba perder, como recuerda su hermana Ana María, sobre todo cuando jugaba a los carritos en el patio interior de su casa, ni tampoco cuando con sus hermanos Eduardo y Miguel –incluida Ana María– jugaban con una pelota en ese mismo patio. En esos juegos infantiles se originaría En recuerdo de José León Barandiarán Hart Por Fernando VIDAL RAMÍREZ su afición por el fútbol, pero fue el basquetbol el deporte predilecto que practicaría con asiduidad hasta su adultez.

 

Pepe, como aficionado al fútbol, era hincha de Universitario de Deportes y concurría la tarde de los domingos al Estadio Nacional, pues su casa de José de la Torre Ugarte estaba relativamente cerca. Más tarde, su afición lo llevaría también a prestar su colaboración a la Federación Peruana de Fútbol, en la que asesoró a su amigo Luis Vargas Hornes cuando asumió la presidencia. La relación con la Federación la continuó pues estuvo siempre atento al llamado de Javier Quintana, su secretario general, para que prestara su concurso e integrara diversas comisiones, en algunas de las cuales participamos juntos.

 

Sus estudios escolares los inició en 1952 en el Colegio Santa Margarita, en su antiguo local de San Isidro y que entonces –como ahora– era mixto, hasta concluirlos en 1961. Pepe destacó siempre por su clara inteligencia y facilidad para el aprendizaje. Sus compañeros de colegio lo recuerdan así y entre ellos pueden citarse los nombres de José Luis Fernandini, de Javier Valdez, de Manuel Pardo, de Pablo Rodríguez, de Julio Bayarri, de Ricardo Luna y, entre sus compañeras, los de Lilia Praeli, de Sonia Morante, de Blanca Gordillo, de Miriam Barrig, de Naria Esther Astete y de Elisa Pancorvo. Tuvo como profesores a Miguel Ángel Cuadros, a Telmo Salinas, el autor de difundidos textos sobre Lógica y Ética, y a Vicente Gonzales Montolivo, a quien conocí porque había sido también mi profesor de literatura y estoy seguro que a Pepe, como a mí, lo debe haber deleitado porque sus clases las matizaba con la recitación de poesías de Rubén Darío y José Santos Chocano.

 

Conocí a Pepe cuando era todavía un colegial. Fue en una soleada tarde de diciembre de 1958 cuando yo era un estudiante de Derecho en San Marcos y al maestro León Barandiarán, su padre, lo habían elegido rector en abril de ese año luego de una contienda electoral sumamente reñida con Luis Alberto Sánchez, el eminente polígrafo. doña Rebeca Hart lo había ido a visitar acompañada de su hijos en su despacho del rectorado y Pepe salió a jugar en los corredores de la vieja Facultad de Derecho.

 

Formado en el hogar del maestro León Barandiarán, Pepe no podía sustraerse al estudio de las Humanidades y del Derecho, por lo que en 1962 era ya un joven estudiante sanmarquino de la Facultad de Letras de la más antigua Universidad de América, en tránsito a la Facultad de Derecho.

 

Sus estudios de Derecho los inició en 1965, año en el que tuve el privilegio de tenerlo como alumno en los inicios de mi carrera docente como profesor de Derecho Civil. Pepe era un alumno visible pues destacaba siempre por su clara inteligencia. En su tránsito por la Facultad de Derecho tuvo como profesores a Mario Alzamora Valdez, a Carlos Fernández Sessarego, a Rómulo Lanatta, a Jorge Eugenio Castañeda, a Max Arias Schreiber, a Luis Bramont Arias, a Luis del Valle Rendich, a Domingo García Rada, a Ulises Montoya Manfredi, a Luciano Castillo, a Darío Herrera Paulsen, a Germán Aparicio Valdez, a Manuel García Calderón Koechlin, a Vicente Ugarte del Pino, a Guillermo García Montúfar, a Andrés Aramburú Menchaca, todos de una estirpe sanmarquina que se va extinguiendo y de muy grata recordación para los estudiantes sanmarquinos de aquellas y muchas otras generaciones.

 

A su clara inteligencia, Pepe unía su facilidad para hacerse de amigos, con muchos de los cuales ha compartido sus años de estudiante y luego, con algunos de ellos, su actividad profesional. En las aulas de San Marcos se reencontró con su amigo de la infancia Hernando Montoya Alberti, hijo del maestro sanmarquino don Ulises Montoya Manfredi y amigo entrañable de don José León Barandiarán, y cuyas cónyuges, doña Carmen Alberti y doña Rebeca Hart, fueron “compañeras de barriga” al gestar simultáneamente a Hernando y a Pepe. En las mismas aulas surgió la amistad con Luis Vargas Hornes, Luis Gonzales Posada, Alberto del Carpio, Jorge Eugenio Castañeda hijo del maestro sanmarquino del mismo nombre, César Delgado Bachman, José de Piérola Balta, Alfredo Sayán Figari, Carmela D’Brot, Nani Nieva, Marta Sigüeñas, Manuel Portocarrero Giles, José Arenas, Luis Gonzáles, Luis Lavaggi, Manuel Reátegui y José Balta Egoaguirre, entre otros muchos más a los que por la omisión involuntaria de sus nombres pido disculpas.

 

Pepe fue un estudiante contraído a las materias que abarcaba pero que también sabía darse tiempo para la práctica del basquetbol. Desde el inicio de sus años universitarios en el viejo gimnasio de la casona sanmarquina del Parque Universitario, Pepe hizo gala de su habilidad en el basquetbol, conformando el equipo de su promoción al lado de José Santos Chichizola y de José Merino Reyna que, con él, y otros cuyos nombres se me han ido de la memoria, conformaban el quinteto de “los Pepes”, para poco tiempo después conformar el equipo representativo de San Marcos con Simón Paredes, Carlos Valdivieso, Julio Landauro, Guillermo Arciniega y otros estudiantes de distintas facultades.

 

Pepe concluyó su ciclo profesional en 1969 y se recibió de abogado al año siguiente, en 1970. Por entonces, era requisito para obtener el título profesional haber optado previamente el grado académico de bachiller en derecho, que a Pepe le fue colacionado con una tesis sobre “El mandato en el Derecho Civil peruano”.

 

Su vocación por el estudio lo condujo a continuar en la Doctoral de Derecho de la misma Universidad de San Marcos y a optar el grado académico de doctor en Derecho con una tesis sobre “El contrato de sociedad en el Derecho Civil peruano”, en 1973.

 

Sus trabajos de tesis recibieron, de parte de los respectivos jurados, la recomendación de publicación, que en aquellos años se hacía en la Revista que editaba la Facultad de Derecho. Pero su padre, que se aprestaba a publicar los que vendrían a ser sus dos tomos sobre Los Contratos en el Derecho Civil peruano, acogió los estudios de Pepe que habían dado origen a las dos tesis y los instaló en sendos capítulos, reconociéndole, con inocultada como justificada satisfacción, la autoría.

 

Su vocación universitaria lo llevaría también a incursionar en la docencia. Su temprana presencia en las aulas como profesor le dieron a Pepe un bien ganado prestigio y el ofrecimiento de becas de perfeccionamiento. Fue así que en 1971 fue invitado por la Interamerican Bar Foundation para seguir un curso de Derecho Anglo Americano; que en 1974 fuera becado por la Organización de los Estados Americanos para participar en un curso de Derecho Internacional, en Río de Janeiro, auspiciado por el Comité Jurídico Interamericano; y que en 1977 fuera becado por la Organización de las Naciones Unidas para un curso sobre derechos humanos.

 

Pepe fue un estudioso y un lector infatigable, lo que lo dotó de una bien formada cultura que se traslucía en su fluida y amena conversación. Fue un intelectual pero, tal vez, le faltó la necesaria disciplina para emprender la tarea de escribir la obra orgánica que su talento la habría hecho significativa. Sin embargo, ha dejado una obra lamentablemente dispersa en diversas revistas. Pero su talento puede apreciarse en su trabajo sobre el Derecho Internacional Privado publicados en los Estudios en Honor de los profesores Carlos Fernández Sessarego y Max Arias-Schreiber Pezet (1986) y en su estudio sobre El Orden Público en el Derecho Internacional Privado en el Libro Homenaje a Ulises Montoya Manfredi (1989), con los que denotaba ya su preferencia por esta disciplina jurídica.

 

El temperamento de Pepe le hizo tener desdén por la formalidad convencional, pues era un intelectual que no se sujetaba a más esquemas que los que resultaban de su visión de la vida. Y así fue siempre, aun cuando llegó a la cúspide de su carrera docente al asumir el decanato de la Facultad de Derecho de la Universidad de Lima. La Academia Peruana de Derecho, por ejemplo, por acuerdo unánime del pleno de sus académicos, acordó invitarlo para que se incorporara como miembro de número, pero ese mismo desdén por la formalidad convencional y la enfermedad que ya comenzaba a aquejarlo, privaron a la Academia de tenerlo entre sus miembros.

 

No debe pensarse que Pepe no tomara la vida en serio ni que evadiera las responsabilidades de su quehacer profesional. Lo que ocurría era que su mismo temperamento lo hacía matizar sus actividades y así, sus tareas profesionales y su ejercicio docente no le impedían realizarse en las charlas con sus amigos ni en la práctica de su deporte favorito. Pepe era sumamente reflexivo y centrado en sus opiniones y tenía también un agudo sentido del humor.

 

Además del viejo gimnasio de San Marcos, el Club de Regatas Lima fue también escenario de las actividades basquetbolísticas de Pepe. Tuvo una activa participación en competiciones interclubes, nacionales e internacionales, en las que participó al lado de los hermanos Ricardo, Raúl y Luis Duarte, así como de Juan Manuel de Cárdenas, Eduardo Airaldi, Bruno Ferraro, Jorge Bazo, el “Chino” Vásquez y Juan Luis Cipriani, que abrazó la carrera eclesiática y hoy es Arzobispo de Lima y Cardenal Primado del Perú. Esta práctica la mantuvo Pepe y ya, con la categoría “máster”, siguió alternando con figuras representativas del Regatas y hasta alcanzó un resonante galardón luego de una notable actuación en un torneo realizado en la ciudad de Atlanta, Estados Unidos.

 

Su actividad profesional la orientó inicialmente al Sector Público, prestando importantes servicios en el sector minero. Entre 1969 y 1979, con algunas intermitencias, fue abogado-asesor del despacho del ministro de Energía y Minas, jefe del Departamento de Contratos de la Dirección General de Minería de la que fue también asesor legal y luego asesor jurídico del Ministerio. En 1982 asumió la asesoría en la Empresa Minera Comercial del Perú en materia de contratación internacional de productos mineros y luego, hasta 1984, desempeñó una vocalía en el Consejo de Minería.

 

En 1985, al llamado de su amigo y compañero de estudios Luis Gonzales Posada, que había asumido el despacho ministerial, Pepe pasó al sector Justicia. Se desempeñó como director general de Justicia con singular brillo. Durante su gestión evidenció siempre su calidad, no solo profesional sino humana, y en circunstancias de la vida profesional tuvo para conmigo un gesto que lo graficó como el amigo leal que siempre fue.

 

Desde que se inició en la docencia universitaria Pepe mantuvo una estrecha y creciente vinculación con la universidad, particularmente la de San Marcos, y años más tarde con la de Lima.

 

Fue en la Universidad de San Marcos, en 1971, en la que Pepe inició su carrera docente como asociado a la cátedra de Derecho Internacional Privado, que entonces regentaba como profesor principal don Manuel García Calderón Koechlin. Fue el Derecho Internacional Privado la disciplina jurídica que lo cautivó y enseñó con verdadera vocación, continuando su cultivo a lo largo de su ejercicio docente. Fue profesor de esta materia, alternativa e intermitentemente, en la Pontificia Universidad Católica del Perú y en la Universidad de San Martín de Porras. La enseñó también, como profesor visitante, en la Universidad de Piura, en la que en algunas oportunidades coincidimos.

 

Pepe incursionó también en el Derecho Internacional Público enseñándolo en la Universidad de San Martín de Porras y en la Academia Diplomática llegó a dictar el curso de Introducción al Derecho. Confirmando su ancestro, fue también profesor de Derecho Civil en el curso de Acto Jurídico en la Universidad de San Marcos y en la de Lima habiendo dejado con relación a esta materia algunos trabajos dispersos, así como en el de Contratos, que dictó en San Marcos, en reencuentro con los que habían sido sus trabajos de tesis para optar los grados de bachiller y de doctor en Derecho.

 

Pero fue al Derecho Internacional Privado al que Pepe le dedicó sus afanes y le dedicó buena parte de su ejercicio docente en la Universidad de Lima, pues fue sin duda la materia que más concitó su interés. En la Facultad de Derecho de la Universidad de Lima regentó la cátedra hasta que ya enfermo contó con la colaboración de Gonzalo García Calderón Moreyra, hijo del maestro sanmarquino, quien lo ha sucedido. A lo largo de su ejercicio docente, en la Universidad de Lima, se reencontró con amigos con los que había compartido inquietudes y afanes estudiantiles, como Daniel Sás, trágicamente fallecido, Luciano Barchi Velaochaga, que continúa activamente en la docencia, Ernesto PintoBazurco, entregado a funciones diplomáticas, Javier Barco Saravia, con quien compartió su inclinación por el Derecho Minero, y Oswaldo Hundskoff, su amigo y colaborador y quien lo ha sucedido en el Decanato. Con todos ellos generó un círculo de entrañable de amistad.

 

La Universidad de Lima si bien lo atrajo definitivamente, no lo apartó de su alma máter, que fue la Universidad de San Marcos, a la que dedicó buena parte de su ejercicio docente seguramente en homenaje a su padre. En la Universidad de Lima, además de sus tareas docentes, comenzó a asumir otras tareas, como las de miembro del Tribunal de Honor de Docentes y de director académico del Departamento de Ciencias Jurídicas, para finalmente asumir el decanato de la Facultad de Derecho en cuya función la artera enfermedad que lo aquejó privó a la universidad de su brillante presencia.

 

Pepe fue un consultor al que en reconocimiento a su buen tino y a su clara inteligencia se le invitaba para conformar directorios. Fue así que se desempeñó como miembro de los directorios del Banco Minero, de la Empresa Nacional de Transporte Urbano, de la Cruz Roja Peruana, de la Empresa Minera del Perú y de Minero Perú Comercial, de la Empresa Minera del Centro del Perú y de Electricidad de los Andes. Fue Presidente del Instituto Nacional de Derecho de Minería y Petróleo, de 1992 a 1993. Durante el proceso de promoción de la inversión privada en las empresas del Estado fue invitado a conformar diversos comités, tales como el de la Empresa Minera del Centro del Perú, el de la Empresa Minera del Perú, el de la Empresa Minera Tintaya y el de Bayovar.

 

Pepe, como profesional de bien ganado prestigio y como ciudadano con voluntad de servicio, estuvo siempre dispuesto a prestar su concurso, ya como miembro del Concejo de Lima Metropolitana, ya como miembro de la Junta Directiva del Colegio de Abogados de Lima, ya como miembro de delegaciones para asuntos de interés nacional.

 

Pepe fue regidor de la Municipalidad de Lima durante dos periodos. El primero, llamado por Eduardo Orrego Villacorta, alcalde acciopopulista, de 1981 a 1983, y luego de 1984 a 1986 llamado por Jorge del Castillo Gálvez, alcalde aprista, lo que evidencia su amplitud e independencia de criterio.

 

En 1987 y 1988 acompañó a Raúl Ferrero Costa, en su desempeño como decano del Colegio de Abogados de Lima. Pepe asumió la función de director de conferencias y también la de representar al Colegio ante la entonces Federación Nacional de Colegios de Abogados. Anteriormente fue miembro de diversas comisiones consultivas, pues Pepe era llamado siempre por la lucidez y claridad de sus conceptos.

 

Estas mismas cualidades llevaron a Pepe a integrar diversas delegaciones para tratar asuntos de interés nacional. Fue así que participó, entre otras, en la Conferencia sobre el Código de Conducta de las Empresas Transnacionales, en la Conferencia sobre Derecho del Mar, en la Comisión Permanente del Pacífico Sur y en la Conferencia sobre Informática Jurídica. Su prestigio como internacionalista lo llevó también a participar en las Conferencias Internacionales sobre Derecho Internacional Privado y en la Comisión de las Naciones Unidas para el Derecho Mercantil Internacional, de la que entonces siendo yo corresponsal nacional tuve la oportunidad de estar con Pepe en algunos eventos.

 

Pepe no inició su carrera profesional como abogado de bufete ni fue un abogado litigante. Sin embargo, en los últimos años formó Estudio con sus antiguos compañeros de las aulas universitarias Hernando Montoya Alberti y Alberto del Carpio, dedicándose a la consultoría.

 

Su agudo razonamiento y su claridad de conceptos propiciaron que Pepe, que no era abogado litigante, fuera invitado a participar en tribunales arbitrales, no solo como miembro del panel del Centro de Arbitraje Comercial - Cearco, de la Cámara Peruana de la Construcción, del Instituto Nacional de Derecho de Minería y Petróleo y de la Cámara de Comercio de Lima, sino también para resolver controversias en las que las partes optaban por no recurrir a las instituciones arbitrales. Fue así como Pepe intervino en la solución de conflictos de importante magnitud y en cuyos laudos dejó la huella de su sólida formación jurídica.

 

Pepe fue un hombre de hogar. Formó el suyo con Rosy Mulanovich, quien supo compartir con él la alegría de los buenos momentos y alentarlo en los momentos difíciles. Pepe y Rosy contrajeron matrimonio el 30 de mayo de 1980 y de su unión nacieron Rosa Margarita, José Augusto y Cristina, que formaron un núcleo muy unido y que supo afrontar con entereza el duro trance de la artera enfermedad que lo sustrajo de su hogar.

 

Pepe, pues, vivió su existencia a plenitud hasta ese jueves 7 de noviembre de 2002 que la truncó. Pero hoy la vive en el recuerdo de sus seres queridos y de quienes fuimos honrados con su amistad.


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